Relatos a Concurso: Hermana vida, hermana muerte, por Matilde López de Garayo.



Mi madre era una persona especial. Recuerdo las tardes soleadas, cuando nos sentábamos en el porche, en aquella mecedora que chirriaba un poco.  Me cogía en brazos y me sentaba en sus rodillas. Mientras que me acariciaba el pelo, me susurraba al oído.

-¿Hoy de qué?- Yo aprovechaba ese momento para aspirar con  intensidad su olor, un olor tenue a flores, a suavidad. Ese aroma perduraba en mi pelo hasta la noche, y me quedaba dormida, creyendo que era a mi madre a quien abrazaba, y no a la almohada.

-¡Mamá!- y me ponía a mirar a mi alrededor a buscar algún detalle que ayudara a mi madre a inventarse el  cuento de esa tarde- Miré al cielo y le contesté –De un pájaro que vuela,  muy alto – y al mismo tiempo le  señalaba el cielo con mi dedito de 6 años.

Ella se concentraba durante unos segundos e improvisaba la narración. Ese ritual lo teníamos desde que me alcanzaba la memoria. A veces eran unos cuentos tontos, pero  esos  momentos, a  solas con mi madre, los esperaba día a día.

Me contó su último relato:
“Erase una vez un pajarito que   vivía en  su  nido. La mamá  le enseñaba a comer, a volar. , Sin embargo tenía miedo de la altura. La mamá insistía una y otra vez. Con el pico le obligaba a que se acercara al filo del nido y le incitaba a que echara a volar – En ese momento mi madre me empujaba con cariño hacia delante, como si fuéramos las protagonistas del cuento y me susurraba, -¡Polluela!, No tengas miedo a volar, no tengas miedo a vivir- Yo me reía felizmente, pensando que era un juego. Mi madre proseguía -  Un día la mamá  no regresó. El  pájaro aprendió a volar. Al principio no se alejaba del nido, pero pronto llegó a ser gran  experto volando”

- Es muy triste mami, ¿Porqué la madre se tuvo que marchar?, ¿A qué tenia miedo el pajarito?, ¿Por qué no volvió la mamá? ¿Porqué..,?

-¡Para! ¡Para!- Me acariciaba el pelo a la vez que  lo besaba. Mi ingenua inocencia me impedía percatarme del mensaje que me estaba transmitiendo- Es sólo un cuento, y lo bueno que tienen los cuentos es que los puedes cambiar.

- ¡Vale! –Le respondí, pero mi cabecita volvía al cuento- ¿Y porqué tenían que volar tan alto?- Y me movía hacia delante y hacia tras para que la mecedora se balanceara también.

-Porque, las águilas vuelan  ¡muy! ¡Muy alto!, Como tú lo harás un día- Me contestó cubriéndome con sus manos, las mías.

-¡Mamá! Yo cuando sea mayor quiero ser un águila- Le decía a mi madre con determinación y extendía mis bracitos  planeando como si fuera un ave – Mi madre reposó su cabeza en la mía y así nos quedamos durante mucho, mucho tiempo. Yo disfrutando del momento, y  ella, ella.., ¡Ella era todo mi mundo!

Los acontecimientos posteriores hicieron que aquel relato repercutiese en mi vida de una manera trascendental. Un cáncer agresivo la arrancó de mi vida al cabo de un mes. Mi cabecita infantil no podía entender aquel abandono. Los días siguientes  los pasé llorando agarrada a mi almohada, buscando inútilmente su olor. Extendieron sábanas en los muebles, cerraron puertas y ventanas. Sellaron la casa,  sellaron mi corazón. 

Me enviaron a vivir con una hermana de mi madre. Nunca le di problemas, era una niña obediente, callada y triste. Llegué a quererla, aunque nunca se lo demostré y  cuando cumplí dieciocho años volví a quedarme sola.

Mi carácter taciturno y distante  se volvió aún más frío, más seco. Crecí encerrada en mi mundo, sin sobresalir en nada. Era como si quisiera que la Vida no se percatara de mi existencia, como si quisiera ser invisible cuando la Muerte se acercaba a cobrar su tributo.

Me levantaba por las mañanas y me dirigía hacía mi tienda. Entre los libros me sentía segura. Allí acudían personas tan reservadas como yo. Compartíamos en nuestro  aislamiento la poca sociabilidad que nos quedaba.

Pero no puedes engañar a la Vida, ni burlar a la Muerte, y una noche regresando a mi casa un conductor ebrio me arrolló en mitad de la calle. Me envolvió el silencio, me envolvió la soledad, la intensa oscuridad del salón de la Muerte. Miraba a mi alrededor con una confusión absoluta e intentaba orientarme en aquel completo desconcierto.

Poco a poco, una luz opaca se fue esclareciendo a mi alrededor y entonces ¡la vi!, Aquella figura traslúcida me sonreía con extremada serenidad. Era mi madre que en su silencio me suplicaba que no la acompañara. Que volviera..,

Escuché a lo lejos unos pitidos, monótonos y constantes. Con dificultad conseguí identificarlos, procedían de  una máquina de hospital. Después de dos meses estaba  saliendo del coma.

Mi aturdimiento inicial, se convirtió en una desorientación de todo lo que me rodeaba, de todo lo que pensaba, de todo lo que sentía.

Comenzó mi convalecencia: los ejercicios dolorosos de mi rehabilitación, las clases de lectura, de escritura. Aprender a andar, a hablar, a fin de cuentas volver a aprender a vivir. Quizás el dolor que sentí durante mi recuperación, las limitaciones físicas y mentales a las que estuve sometida,  el dolor ajeno de los demás enfermos, o la fuerza con que se enfrentaban a sus dolencias me hicieron reflexionar sobre mi vida antes del  accidente -  de mi muerte en vida-  sin valorar lo hermoso que era sentirse vivo. ¡Lo hermoso que es vivir!

Se tarda tiempo en cambiar, se necesita muchas fuerzas, ¡No! Para  volver a vivir sino para vivir de diferenta manera, con diferente perspectiva, con diferentes expectativas. Pero al final ¡Lo conseguí!

Hoy sentada en la mecedora donde hace años compartía esos momentos tan entrañables  con mi madre, hago recuento de mi vida.

Me he recuperado totalmente de mi accidente, y  reconozco que por fin he hecho las paces con la Vida, que es tan caprichosa  como desconcertante, con la Muerte que con su  libre albedrío, esconde una incomprensible justicia. Ambas van unidas porque una no existiría sin la otra. Ambas me dieron  una oportunidad: una me soltó cuando me guiaba a su mundo, la otra me rescató para devolverme al suyo. Les he perdonado por fin.  Y ellas a mí.

Me balanceo abrazando a una niña inexistente, cierro los ojos  y respiro la fragancia de la primavera, las flores, la hierba, el olor del viento. Y al abrir los ojos veo en el cielo un ave volando, como aquél del último cuento que se inventó mi madre.

Sonrío al decirle  a su recuerdo – ¡Mamá! por fin aprendí a volar en la vida, y vuelo muy, muy alto.
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Planteamiento de una novela, por Carmen Gómez Barceló.



Título: Resistiré
Asunto: La protagonista, Lola, se enfrenta al desamor desde una personalidad obsesiva, desequilibrada y trágica.
Tema: La aparición de Manuela, una mujer que se adueña del corazón de Mateo, supone un sublime contratiempo que trastoca los planes de Lola para conservar el amor de su vida.
Elementos de la novela: Tres personajes que son prototipos de seres humanos totalmente diferentes y opuestos entre sí.
1º personaje principal: Maquiavélico.
2º personaje: Paranóico.
3º personaje: Carácter fuerte y objetivo.

Triángulo amoroso conflictivo.

Ambiente: El escenario es un barrio actual. Atmósfera desenfadada.
Acción: La acción pasa por los continuos avatares en los que Lola se ve enfrascada por conservar a toda costa el amor de Mateo, su gran amor. Para conseguirlo no le importará descreditar a Manuela ante el resto del mundo. Ella sabe que es a ella a quién  realmente ama Mateo.
El tiempo: Toda la vida de Lola.
Exposición: Lola se queda sola por primera vez desde que Mateo la abandonara.
Nudo: Los acontecimientos que precipitan la ruptura. Mateo y Manuela intentan emprender una nueva etapa como pareja pero se olvidan de la obsesión que acompaña incansablemente a Lola
Desarrollo: Se explica cómo la protagonista ha llegado a ese estado de deterioro físico y mental.
Punto culminante: La aceptación de la verdad
Resolución: La única posible para no morir de amor. La distancia.
La composición será artística y el narrador en 3ª persona, omnisciente.
  
RESISTIRÉ

Capítulo 1º

El agotamiento ocupó todo su ser. Incrustada literalmente en su viejo y mugriento sofá, miró al enmohecido techo de su covacha y pensó: Respiro profundamente para permitirle a mi pesado cuerpo permanecer inmóvil un rato más. Ponerme en pié ahora sería como levantar a un elefante de 400 kilos. Por favor, que se pare el reloj hasta que por algún recóndito motivo mi osamenta considere que es capaz de reiniciarse. Que tú te dignaras a volver, serviría.
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Los Pollitos, por Matilde López de Garayo.


Acababa de llegar de Utiel, agotado, frustrado, deprimido.., Aunque medía cerca de 1,80 y tenía una constitución fuerte, hoy me encontraba pequeño y débil.

 Por la mirada de mi hermana, me di cuenta que no se había tragado mis razonamientos para rechazar, la oferta de trabajo que con tanto esfuerzo me había conseguido.

Ni la separación temporal de mi mujer y mis hijas, ni el incumplimiento de las condiciones del trabajo: el horario excesivo, el sueldo o la lejanía de nuestro destino, habían conseguido convencerla.

Me aseguró que la crisis  acababa de empezar y que nos esperaban unos años de ¡Aupa!, ¡Qué me sujetara a un clavo ardiendo!

¡Cómo contarle aquel episodio que me había traumatizado tanto!, Pensaría que era un blandengue. Y yo no conseguía quitármelo de la cabeza.

Hoy  tres años más tarde, España en una crisis, que no sé dónde nos está llevando, analizo aquel viaje, y no sé si volvería actuar de la misma manera.

Nunca lo sabré, porque no tenemos la oportunidad de volver al pasado...

Empecé a trabajar a los 19 años como Técnico Auxiliar Delineante, después pasé a Especialista, a Jefe de Estudio y posteriormente a Encargado de un Estudio de Arquitectura, me hice Calculista de Estructuras, y de depender de mí 200 personas y a mis espaldas más de 3000 proyectos, hoy me encuentro en el puto paro.

A finales del 2009 tuve la oportunidad de trabajar como conductor de un rígido de 12 metros, cargado con 100.000 pollitos de granja y ¡Cómo pesaban los puñeteros!

Los tuvimos que cargar en aquella explanada de la incubadora de Utrera,  ¡Qué diferencia de cuando los  trataba de niño!

Recuerdo que me compraban uno al principio de verano, para que lo cuidara y no diera demasiado el coñazo. Yo lo veía tan frágil, tan mullidito, tan simpático que me daba ganas de meterlo en la cama, como si fueran un peluche, ¡Claro! Que como era un varón yo nunca tuve un puto peluche, tenía que llevar un sombrero de cowboy  y pistolas, ¡Vaya a que el niño saliera maricón!...,

 Y me acostaba con las pistolas no fuera a que atacaran los indios.

¡Vaya mierda de infancia con tanto tabú!

Cuando terminamos de cargar el camión  mi jefe me comentó
-        Bueno, tenemos que ir a un pueblo cerca de  Utiel. Tú que eres andaluz ¿sabes dónde se encuentra el pueblo?.- Era el típico castellano de Valladolid, de 1,90, nariz aguileña, y muy delgado. -Yo pienso que está por Córdoba. – Le respondí

Desplegó  el mapa.
-    ¡Joder está al sur de Teruel!
-   ¡Ostras Jesús! – Así se llamaba mi jefe- nos comemos los dos discos- (los discos son el registro de horas máximas de conducción,  y horas mínimas de descanso, 18 entre los dos). Y  pensaba...  “reparto por Andalucía” ¡Tiene cojones el tema! ¡A Teruel que nos vamos!

Una vez en marcha me empecé a dar cuenta que no era tan maduro como creía, el trabajo era completamente diferente al que había realizado hasta entonces. Me iba a costar hacerme con él, y cada kilómetro que recorría me acordaba más de mi mujer, y de mis dos hijas pequeñas.

¡Y todo por culpa del cabrón del Zapatero!

Iba concentrado conduciendo ese pedazo de pepino, un Scania de 1 año de antigüedad por la nacional IV.

 Lo que más preocupa a un veterano es dejar su vida y su camión a un novato, estos bichos son de propulsión trasera y peligrosos al entrar en las curvas.

Aunque me flipaba  conducirlo me iba dando cuenta que aquello no era para mí, que quizás me había equivocado al sacarme todos los carnés de circulación.

A las nueve de la noche llegamos a la comarca de Utiel, llevábamos 11 horas trabajando. Durante el trayecto me percaté de la camaradería que existe entre los camioneros, como piensan los unos en los otros. No como en el sector de la construcción donde aprovechan cualquier oportunidad para pisarte el cuello. 

Llegamos una hora más tarde, no sé como pude entrar sin vaselina con el camión por esos estrechos  carriles.

Cuando me acostumbré a la oscuridad me llamó la atención el cielo, lleno de estrellas, diferente, debido a la latitud en que nos encontrábamos. Aunque no me interesa la astronomía  reconocí que era hermoso, y que también  ¡hacía un frío de cojones! , y mi jefe con un chalequito de nada, ¡chicharrón del norte!

Empezamos a descargar el camión, nos ayudábamos con una rampa elevadora que bajaba las columnas de cajas donde iban los pobres pollitos hacinados: 100 en cada bandeja y 10 cajas ,una encima de otra, en cada pila.

Teníamos que llevar 33.000 pollitos a cada  nave. Arrimar las pilas a la rampa elevadora,  con mucha rapidez, ya que el camión estaba a 28 grados igual que las naves, mientras que en el exterior estábamos a 2 grados.

Empecé a resentirme, el esfuerzo físico y el frío me impedía respirar, era como si te fumaras un puro a pulmón.

La tragedia llegó al terminar la tercera nave de la explotación agrícola, Estaba muy cansado y al meter una pila dentro de la nave, la bandeja maestra que llevaba ruedas se trabó con la pella de hormigón de la propia rampa de acceso de la nave. Mis fuerzas ya débiles del esfuerzo y  a la once y media,  sin cenar, no pudieron evitar la catástrofe, la pila volcó, y yo me quedé sin aliento, en un último intento de evitar lo ya inevitable.

De rodillas, cayendo el sudor por mi cara, las gafas empañadas, no sé si del propio sudor o de la hiperventilación de mi boca, intentaba rescatar aquellos pequeños peluches reventados, que les brotaban  sangre por el  piquito.

No tenía fuerzas de pedir ayuda a Jesús que estaba dentro de la nave. Cuando se percató de que el ritmo de la pila de entrada había descendido, vino a ver que pasaba, y allí estaba yo impotente luchando por rehacer la pila y  defendiéndome de una manada de  unos 20 gatos hambrientos que aparecieron de la nada.

Me chilló
-¡ Tío! ¿Qué haces con los pollos heridos en la mano?

Me los quitó de golpe y empezó a echarlos al aire, con lo que ya me quedé traumatizado del todo. Los pollitos no llegaban al suelo, los gatos asalvajados saltaban por todas las direcciones atrapándolos al vuelo, ¡era un espectáculo dantesco!.

Fue una decisión cruel pero acertada, así mantuvo a raya a los felinos y salvar a los pollitos sanos que quedaban en la pila.  
 
Posteriormente se hizo un calculo por encima del genocidio, se calculó una perdida de unos 200 pollitos. A la vuelta mi compañero se descojonaba de risa y le quitaba hierro diciendo que no me preocupara más del tema, que hasta que llegaran a ser pollos más de 15.000 morirían de enfermedades y que para el granjero había sido una minucia.

Pero Jesús no entendía lo que aquel viaje había significado para mí, la separación de mi familia, conducir aquel 12 metros, llevar el volante desde  lo alto del trailer, cómo nos adelantaban los coches tuneados de la juventud, los camiones  de los compañeros, y aquella granja sin nombre, de aquel pueblecito, que, ¡quíen sabe cómo se llama!, al norte de Utiel, donde dejé 200 peluches.

Hoy me sigo preguntando sí soy débil o inmaduro. Yo que hice el servicio militar en una batería de municionamiento, con 65 servicios de armas de 24 horas, que repelí junto con mi escuadra de artilleros un intento de robo de un comando itinerante de Eta, sucumbí al ver a mis pollitos devorados por aquellos gatos hambrientos.

Pero no me da vergüenza ser como soy, y odio los profundos tabú y los modernismos en exceso del presente. 

A mi hermana se le pasó el enfado, pero de vez en cuando me pide que le vuelva a contar lo de los pollitos.
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El Hotel, por Carmen Gómez Barceló.

Le había costado más trabajo de lo habitual atrapar a esta fierecilla. Su pelo rojo se enredaba cada vez más con el picaporte del furgón cuando él intentaba introducirla en la parte posterior del vehículo.

La niña no podía gritar. El doctor sabía que con una pelota de golf en su pequeña boca le sería imposible generar sonido alguno.
-Es perfecta para la 321- pensó.
Prosiguió su marcha por aquellos caminos perdidos entre la maleza de los bosques gallegos. La abundante vegetación  invadía constantemente el sendero que tenía que atravesar para llegar a su guarida: El Hotel.
Mientras llegaba a su destino miró detrás de su asiento y pudo ver los ojos de terror de aquella niña. Le pareció razonable esa reacción y continuó conduciendo con tranquilidad. Su preocupación se centraba en el vestido. Si, se preguntaba si le iba a quedar algo grande o no, ya que la anterior inquilina de la 321 era mayor que esta.
Transcurrieron varias horas hasta que llegaron al lugar. Una vez allí, abrió la puerta trasera y cogió a la niña del brazo. No tuvo en cuenta las patadas ni los arañazos que esta  le propinaba intentando desligarse de su  elegante pero firme mano y la arrastró hasta la puerta del antro.
El aspecto tétrico del edificio asustó aún más a la pequeña .Tenía la forma de una gran caja cuadrada de piedra grisácea y sucia cuyo único adorno era una hilera de ventanucos perfectamente alineados por toda la parte alta del caserón . Estaba tan mimetizado con el paisaje que difícilmente alguien que no conociera su existencia podría encontrarlo.
Entraron en la casona y…todo era diferente. Estaban todas las paredes pintadas de un blanco impecable, por lo que resaltaba aún más  los diferentes colores de las puertas. Estas estaban dispuestas en torno a un gran salón central . El rosa, el morado , el azul, el verde etc. le  conferían un aire de cuento de hadas. La niña que debía tener en torno a seis años más o menos estaba bastante confundida.
-¿Qué es esto? ¿Para qué me has traído aquí? Preguntó.
-Ponte esta caperuza roja y entra en esta habitación, la de la puerta roja. Es la tuya.
Cuando la niña entró en la estancia pudo observar una cama donde dormitaba una anciana o por lo menos era lo que parecía. Había también una mesa que servía de soporte a un cesto que contenía una botella de leche, algunas galletas  y  una  jarra con miel.
-¿Quién es esta señora?
-Es tu abuelita. ¿Recuerdas?
-No señor esta mujer no es mi abuela, déjeme salir. Quiero ir a casa. Mi mamá estará preocupada.
El hombre cerró la puerta sin mediar palabra y empezó a visitar una a una las demás habitaciones. Cada vez que abría una se oían lamentos y gemidos infantiles.
-Hola princesa Aurora, ya sabes que soy tu príncipe y que pronto vendré a verte. Hola Blancanieves, no  me enfades o tendré que darte la manzana envenenada y no me gustaría hacerlo. Hola Rapunzel, ya sé que duele que te tiren del pelo tan precioso que tienes, pero es que no te portas bien. Ayer me mordiste.
Así les hablaba a cada una de las niñas que él había capturado para poder disfrutar en vivo los cuentos que su madre le contaba con tanto cariño a su hermana pequeña, ignorándolo a él totalmente. Aún le dolía el alma por esto
De pronto, una mujer abrió la puerta de entrada bruscamente. ¿Dónde está mi hija? Gritó dirigiéndose  al hombre.
-Perdona buena mujer, pero aquí no está tu hija ni la de nadie. Aquí solo están mis princesas . Además ¿Cómo has encontrado mi hotel, El Hotel de Los cuentos de princesas?
Mi hija lleva una pulsera con GPS incorporado. La policía está ahí fuera. Me temo que tendrás que cerrar tu bonito hotel imbécil.
Las niñas fueron saliendo una a una del cautiverio al que habían sido sometidas.

A un lado de la casa se encontraba un lobo negro esperando su turno para entrar en escena. 
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Microrrelatos de Carmen Gómez Barceló.




Los ojos con los que me miras
Salí de la casa extrañada por la mirada compasiva de mi perra.
Salí de la consulta del doctor comprendiendo el porqué de esa mirada.

Su equipaje
¡Porque lo digo yo y punto!
Y se va llevándose consigo una patada en la puerta, un puñetazo en la mesa y un micropene.

Algo se va
Cuando lo supo se cortó el pelo. Después se miró al espejo y se preguntó ¿Dónde estás?
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La noche, por Matilde López de Garayo.



Llego con mi manto de mil estrellas
Para cubrir tu tristeza,
Para ocultar tu desdicha,
Para tapar tu flaqueza.

Llego con mi manto de silencio
Para callar tu desgracia
Para calmar tu dolor
Para aliviar tu conciencia.

Extiendo mi oscuridad
Por los montes de tu día,
Por los ríos de tu alma,
Por las llanuras de tu vida.

Extiendo mi sosiego
como paz para tu exigencia
como calma para tu sed
como quietud para tu esencia

Me cuelo con mi sombra,
En tus ocultos sentimientos,
En tus ansiados deseos
 En tus olvidados recuerdos

Y te hago crear mil futuros
Y te hago olvidar mil fracasos.

Te duermo, te calmo, te hago soñar.

Yo, la noche  velo tu descanso.

Ya llego tranquila, ya llego serena
Ya llego despacio.

El viento, por Matilde López de Garayo.



                                                Siéntate

Y ¡escúchame!, soy el viento
Y traigo historias de lejanos países
De ciudades remotas
De  pueblos perdidos
De casa escondidas
Y  ocultas buhardillas.

Descansa
Y ¡aspirame!, soy el viento
 transporto olores de  tierra y agua
 recojo esencias exóticas
fragancias de flores, de hierbas
 perfumes de vida
 aromas  de especias

Cierra tus ojos
Y ¡siénteme!, soy el viento
Que te envuelve en mil sonidos
Que te seduce con mil olores
Que te cubro de rocío
Que te baño en calores.

Caminante, no me olvides
Porque  soy viento que te habla,
Porque soy viento que respiras
puede que  mañana el odio, o el desaliento
me conviertan en ventisca
o puede que  mañana cargada de agotamiento
Sólo sea suave brisa.

Cadenas de dudas, por Carmen Gómez Barceló.



Cuando de mí solo quede el espacio
Y ni mi cuerpo ni mi voz ni mi quebranto
Estén presentes como sólida materia
Y la muerte pase a ser mi nuevo estado
Buscaré de los dioses la presencia
Y seré libre por fin de las cadenas
De las dudas que oprimieron mi existencia.  

La caída de la Torre Eiffel, por Carlos J. Fernández.



Ya no miro en las iglesias
 las reliquias de la sangre coagulada.
Ya no voy a los museos a contemplar
 las lápidas de lo sublime,
 aborrezco las estatuas
donde yace gélido el equilibrio de las formas
y pisoteo las escenas de las postales
saturadas en colores

 Me espanta seguir a un guía que deshilvana
Su abominable versión de lo sucedido
Y regurgita su anecdotario histórico
Un millón de veces repetido.

Porque ahora voy a las calles agrietadas
Donde la vida se respira honda y puede sentirse
Bajo los pies, el suave choque  de placas tectónicas.

Paseo por calles estrechas
Cosidas por tendederos donde, el erizo y su señora,
Cuelgan su ropa raída por el desgaste del tiempo
Y por su inacabable intercambio de púas.

Ahora amo los mercadillos ajenos  a los días de fiesta
Donde el tumulto danza en una confusión babélica
Prendida en corrientes de aire que se encienden
de perfumes naturales pero también de miasmas
de sudor y de exabruptos

Es grato ver cómo el pícaro engaña al menos avisado
Y  como el  honesto caballero paga, sin regatear,
lo que cree justo
Me gusta el empedrado húmedo lleno de colillas
y del tallo verdísimo de los claveles cortados.

Ahora ya no voy a merendar
Sobre el verde césped de Hyde Park
Ya enterré mi cámara de fotos
Y no acumulo pruebas de los lugares en que estuve
                    
He asesinado a todos los guías
Y he prendido en llamas  las tiendas de recuerdos
Ahora me paseo por calles agrietadas
Donde, con un poco de suerte,
Puedes ver, a la vuelta de la esquina,
Surgir a un loco que grita espantado
Mientras se arranca la ropa a jirones.

No mas días felices, por Marichón Castillo.




                                                Y dicen que te vas
                                                Sin haberlo tu pedido
                                                No más días felices, alegres ni coloridos.

                                               Albahaca, hierbabuena,tomillo y pino
                                               Aromas de tu cuerpo.
                                               Ausente. Dolorido.
                
                                               Latido sonrosado que despide a mí amigo.
                                               Tornas brillante. Ahumado. Vencido.

                                               Vivir por vivir, sin sentido
                                              No más días felices., alegres ni coloridos.



                                             
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