Observaba como mi padre ponía a punto el coche. Mientras mi madre le daba el último
repaso a la casa.
El gas apagado, las ventanas cerradas, electrodomésticos y lámparas desenchufadas y como no , la lacrimógena entrega de llaves a la vecina de confianza.
No había duda. Nos marchamos de vacaciones.
Mi hermano y yo , nos echábamos a temblar, porque cuando ya estaba todo en orden, según mi madre, se acordaba de nosotros y nos buscaba por toda la casa para administrarnos, lo que yo creo que ha sido el peor medicamento de la historia, la pastillita del mareo. En mi caso, el elemento amarillento que se deshacía en mi vaso se llamaba biodramina. Su sabor era como pegarle un lametón a un estuche de acuarelas aderezado con toneladas de azúcar morena.
Pero lo peor estaba por llegar. Nos esperaban, casi ocho horas de camino montados en un coche marca Renault 12. Rodeados por el humo de los cigarrillos de ducados negro que fumaba mi padre por aquel entonces. Soportando toda la discográfica de los Dire Straits o en su defecto, los discos que grabo en solitario su vocalista Marc Nofles .Y por su puesto, sin más aire acondicionado que el que entraba por las ventanillas.
En la última gasolinera de la provincia de Sevilla, mi padre se paró a repostar. Es en ese instante cuando mi madre echó en falta su bolso con toda la documentación y el dinero que habían ahorrado para esas vacaciones. Así pues, retornamos a casa.
Una vez solventado ese pequeño incidente, nos pusimos de nuevo, rumbo al pueblo.
El viaje transcurría con normalidad. Mi hermano dormía como un lirón. Mi padre cantaba en su españolinglish las canciones del grupo mencionado anteriormente y mí madre y yo jugábamos a contar los coches de color rojo.
A la altura de Osuna. Un visitante volador se metió en el coche, con la maliciosa intención de picar a cualquiera de los usuarios del vehículo.Al parecer , encontró reconfortante mi rodilla para llevar a cabo su ejecución. Noté como me clavaba el aguijón y sentí como se la iba la vida en un momento. Me puse a chillar . Mi padre asustado paro el coche en el arcén.Mi madre me consolaba y fabricaba un remedio casero para estos casos a base de agua y arena. Hizo una pasta y me la colocó en la herida. Parecía que el ungüento funcionaba. Y retornamos la marcha.
Llevábamos tres horas y media de viaje y necesitábamos estirar las piernas. Todos menos mi hermano. Seguía durmiendo. Mis padres decidieron descansar en el arrea de descanso de Los Abades, en Loja. A pocos kilómetros de Granada. Me refresqué en el aseo y me tomé, sin muchas ganas, un zumo natural de naranja con mucho hielo.
Proseguimos el viaje. Dejamos atrás,Santa Fe, Albolote, Iznallor. Nos adentramos por fin en la provincia de Jaén. Esta nos recibía como cada verano. Adornada con interminables curvas. Tramos de vía por donde solo podía pasar un vehículo.Montañas tan altas como pirámides y barrancos tan oscuros y profundos como pozos de petróleo.
Me encontraba, asustada, dolorida y mareada. Mi madre me proporcionó un utensilio muy fácil de encontrar y muy bien traído para este caso. Una bolsa de basura. Introducí la cabeza en ella y expulsé todo el zumo de naranja natural con mucho hielo que me había tomado sin muchas ganas.Mi hermano seguía durmiendo.
Pasamos por Piñar, Guadahortuna, Huelma y Solera. Divisaba entre curva y curva, las casas blancas del pueblo. El cartel del desvío para llegar a el y la entrada del cortijo donde voy con mis amigas a coger brevas.
Cuando estábamos a la altura del cartel de Bienvenidos Cabra del Santo Cristo, mi padre se despistó. Pisó sin querer con fuerza el pedal del acelerador y nos fuimos a estampar contra la capilla de San Antonio. Donde van las solteras del pueblo a pedir que les salga un novio.
Mi padre salió del coche maldiciendo el pueblo, el viaje y las vacaciones. Mi madre se puso a llorar. Mi hermano se despertó. Y a mi solo me salió decir: que maravilloso viaje. Acto seguido. Me desmallé.
1 comentarios:
Dios santo qué viajito!,el más listo con diferencia fue tu hermano, jeje.
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