Al amanecer en invierno cuando el cielo está entre amarillo y azul, Emeterio despertaba antes de abrir su librería a sus cinco hijos, para ir unos al colegio y los dos mayores al instituto. Era muy considerado y no despertaba a su esposa, Mireya, ya que durante el día a ésta le quedaba mucha tarea en la casa.
Vivían en un pueblo de la costa en una casa sin calefacción, donde la humedad lo traspasaba todo. Sus llamadas muchas veces eran infructuosas, porque cuando habían conseguido calentarse el cuerpo, con el sin fin de mantas y los gruesos pijamas de franela que Mireya se afanaba en comprarles no había más remedio que levantarse.
Pedro y Luis, los mayores, ese año iban a hacer el examen de selectividad y si lo aprobaban, irían a la universidad.
Luis quería estudiar Filología Hispánica, según su familia quería hacer esta carrera porque tenía alma de bohemio
Por otro lado Pedro, más pragmático, se decantaba por estudiar Derecho. Era en el que más confiaban sus padres y amigos. Tenía novia, una preciosa morena llamada Gabriela.
A Luís le gustaba tener el pelo largo, vestir desaliñadamente, escuchar mucha música y escribir algunas “cosillas”. Incapaz de enamorarse de alguien como Gabriela, una chica muy “pija” que gustaba ir a la moda, pero discretamente. Ella iba a misa y quería tener muchos niños con Pedro.
Cuando los tres: Gabriela, Pedro y Luís aprobaron el examen de selectividad. Ambas familias consideraron que lo más conveniente para estudiar sus respectivas carreras era alquilar un piso en la capital. Ya que el pueblo distaba ciento veinte kilómetros de ésta.
Todos pensaban que la convivencia de los tres iba a ser imposible, y así sucedió. Pedro y Luís a los dos meses de vivir juntos ya no se hablaban. Porque Pedro creía que el bohemio de su hermano miraba con otros ojos a su preciosa novia.
Y no es que esto fuera una suposición, sino que Gabriela cada vez estaba más ilusionada con Luís. Todas sus “rarezas” empezaron a gustarle. Ésta poco a poco cambió de forma de vestir y de peinarse. Comenzó a dejar de lado sus sesudos libros de Derecho y apetecerle más la literatura y escuchar con pasión la colección de discos en vinilo de jazz que tenía Luís.
Pedro muy enfadado, llamó a su padre y le dijo que abandonaba la carrera. Éste muy sobresaltado por la decisión de su modélico hijo le preguntó por qué y el hijo le contestó:
- Por incompatibilidad de caracteres y porque las aguas entre mi hermano y yo están muy revueltas.
¡Comprendes paaapaaá!!!
1 comentarios:
Una historia muy bonita y muy bién contada. Las primeras impresiones no siempre son certeras. Cuando se conoce a las personas más de cerca, como Gabriela a Luis, las cosas pueden cambiar, y mucho.
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