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Y los cuentos continúan, por Matilde López de Garayo

Soy Pepito Grillo, desde el siglo XIX , me encomendaron la tarea de ser la conciencia de Pinocho.

No sé  cuando me ha dado más quebraderos  de cabeza, antes, hecho de un trozo de madera o ahora que es de carne y hueso. 

Se nota que no ha tenido niñez, es como esos bebes que andan sin haber aprendido antes a gatear, les falla la coordinación, al igual que a este “petardo” que no le funcionan bien las neuronas.

Quizás su problema radique que nunca ha tenido madre, salió de un árbol y esta circunstancia para un chaval tiene que ser traumática.

 No sé como se le ocurrió a Carlo Lorencini, escribir un cuento de un niño sin madre, bueno al principio sólo era un madero que hablaba, y el paso del tiempo ha ido añadiendo nuevas versiones, y personajes cruciales como servidor,  ¡Claro! que en el mundo de la fantasía pueden darse estas incoherencias, queriéndolas solucionar después con grillos obedientes y resignados.

Pinocho es ya un adolescente  tonto de remate , por cierto. La ropa se le ha quedado corta y pequeña notándose a través de ella los músculos,¡va ridículo!. La cara con ciertos rasgos de burro, que me recuerda aquel  episodio, cuando no llegó a la escuela en su primer día , se ha cubierto de granos, y no hay atisbo de barba.

Últimamente corretea detrás de todas las faldas. Tiene las hormonas alborotadísimas, ¡lo que faltaba! Y yo intentando que no haga ninguna trastada, vosotros me entendéis.

¡Pobre Gepetto, a su edad le puede dar un infarto si le hacen abuelo!.

¿Qué haces ¡¡¡¡Pinocho!!!!? ¡oh no!, se ha metido en el pajar, esta vez con Genoveva, la hija del molinero. ¡Pinocho! ¡no! ¡no!..,

¡Uf!, ¡Soy muy mayor para esto!.

Hada, querida hada madrina, con la cantidad de personajes de cuentos que hay en la cola del paro, ¿no me podrías dar la jubilación anticipada?   

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