0

David, la oficina y la playa, por Rosario Jaenes.

Tengo cuarenta y cuatro años, estudié filología clásica, pero no trabajo en ello. Lo hago en una oficina de la Administración del Estado, concretamente en el departamento de informática ¡esto es una jungla¡.  Soy “filólogo-informático”, como me dice Lara. Ella es una persona que le han concedido una pensión y me llama algunas veces desde su casa para que le resuelva dudas informáticas, otras veces sólo para charlar. Somos antiguos compañeros y ella me distrae algunos ratos del tedio que me produce trabajar aquí.

En el departamento somos todos hombres: contratados, funcionarios y personal externo, que es como llaman a los que realizan su trabajo pertencientes a una empresa privada. Tenemos un coordinador que es contratado, aunque sabe más informática que los que hemos accedido por oposición, tiene más don de mando y es el que más cervezas se toma con nuestro superior, el jefe de Servicio. Bueno, dejémoslo de lado.

Estoy casado, tengo un niño, Pablo, que es  una delicia aunque muy travieso. Yo no me tengo que encargar de él.  Eso lo hace mi mujer, que también es pensionista y no trabaja.  A mí me viene muy bien porque además de no gustarme nada las tareas de la casa soy vegetariano y mi mujer, Angélica, que se ha vuelto medio vegetariana; me prepara unas comidas muy ricas.

Volviendo de nuevo a la oficina, nunca me niego a las peticiones que el personal de otros departamentos me pide que le resuelva. Voy directamente a su sitio o a las atiendo por teléfono. La gente dice que soy “un pedazo de pan”.  Lara me llama un día sí y otro no.  Me dice: ¿David me llamas?, dónde al fijo o al móvil, yo la llamo desde el que sea.  Charlamos de muchas cosas menos de política a mi solamente me interesa el “Mundo Natural”.  Milito en  Greenpeace, me parece que nos estamos cargando el planeta, aunque yo tengo coche y de vez en cuando me fumo un cigarrillo.

No me gusta el verano, me pongo pegajoso, tengo que llevar al niño a la piscina y lo peor de todo es que a mi mujer se le antoje irnos unos días a la playa. –Este año no nos vamos a la casa de tus padres, Angélica. -Bueno podemos ir a Canarias, a Lanzarote donde vive tu hermana Sandra. Es un paraíso y podemos ver la casa de César Manrique que todo el mundo la ha visto menos nosotros. -Bueno iremos, dije con resignación.  A mí no me gusta salir de casa, allí lo tengo todo, mi música, mi ordenador, y los libros que son mi pasión.  A Lara también le gusta mucho leer.  Me dijo el otro día que estaba leyendo “La Playa” de Cesare Pavese y suspiró: -Esa es la playa que me gusta a mí, ya que en la de verdad hay arena, sombrillas, “chiringuitos…

Cada día mi misantropía va en aumento. 

0 comentarios:

Publicar un comentario

Back to Top