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La tragedia de Carlota, por Matilde López de Garayo.


Carlota, era sordo-muda de nacimiento, y este hecho contribuyó en parte a la desgracia de aquel día.

Ella y su madre, Maria, paseaban tranquilamente por la playa, recogiendo piedrecitas para un mural. Estaban decorando las tapias del jardín con motivos marítimos.

El día, aunque caluroso, estaba  desapacible, Soplaba en pequeñas ráfagas, un  viento  que hacía agitarse con violencia las sombrillas y levantaba a su vez remolinos de fina  arena, que chocaban contra la piel.

Las dos mujeres disfrutaban juntas de esos paseos por la playa, la incapacidad de la joven no había sido inconveniente para desarrollar una relación de confianza y complicidad entre ambas.

- ¡Carlota!,- Dijo la madre enseñándole la cesta donde habían depositados las piedras, a la vez que le miraba la cara,  para que la hija pudiera leer sus labios - Creo que deberíamos cogerlas un poco más grandes, sino, nos vamos a eternizar colocándolas en la pared.

La hija contestó con el lenguaje de signos, aunque parecía que por  su mímica, un poco exaltada le estaba  pidiendo algo. Una y otra vez le repetía los mismos gestos,  su madre la miraba con fingida seriedad. hasta que sonrió.

-Hace demasiado viento, y venimos solas, no debes bañarte..,,- le dijo María, cogiéndole cariñosamente la barbilla – y siguió caminando y  metiendo piedras un poco más grandes.- No te retrases niña, ¡venga!.

Ésta sin embargo, atraída por las olas, se acercó a la orilla y metió sus pies en el mar, cerraba los ojos, y alzaba los brazos como volando, chapoteaba con los pies, sonreía y  se inclinaba para mojar las manos y llenarlas de arena. Poco a poco se fue metiendo en el  mar, empezó a nadar olvidándose de los consejos de su madre, y  sin darse cuenta,  la resaca le hizo alejarse  cada vez  más de la playa.

La madre siguió caminando, agachándose de vez en cuando, hasta que se percató que Carlota no le llamaba con el silbato, costumbre que habían adquirido para comunicarse, desde que Carlota era niña. Al volver la vista, gritó horrorizada,  la chica, alzaba las manos con desesperación en su intento de pedir ayuda.

María se tiró al agua y empezó a nadar hacia la hija, sin embargo nunca había sido buena deportista y las olas le hacía revolcarse una y otra vez, tragando agua, a pesar de esto la necesidad de  ayudar a su hija, era mayor, que sus dificultades. Cuando estuvo a punto de  desmayarse notó  unos fuertes bazos que la arrastraban hacia la orilla.

La unidad de salvamento había llegado momentos antes. Empezaron el rescate, consiguieron atravesar la barrera de las olas a duras penas, pero no se podían acercar a  Carlota, por las rocas de la costa, las olas y el viento  Al cabo de  dos horas y media consiguieron rescatar su cuerpo, ya inerte.

Hoy hubiera sido el cincuenta aniversario de Carlota,  murió hace 37 años, cuando su cuerpo agotado por el cansancio y  el frío, se estrelló contra las rocas cercanas al faro de Torrox.

Maria como todos los años regresa a su pueblo, hace tiempo que vendió la casa que tantas alegrías le había producido junto a su hija, visita su tumba y vuelve a recordar aquel espantoso día.

Antes de irse acaricia lentamente un pequeño mural  que adorna la lápida, esta hecho de piedrecitas cogidas hace muchos, muchos, en esa misma paya. El mural representa a una mujer mirando al mar.

2 comentarios:

CARLOS J. dijo...

Tiene algo de poético la muerte en el mar, entre las olas. La poetisa chilena Alfonsina Storni se suicidó entrando en el mar donde murió ahogada. hay una bella canción de Mercedes Sosa que lo relata. probablemente la muerte o el suicidio en el mar es una arquetipo poético que exaltaron los artistas románticos.

Maria Coca dijo...

Es verdad, Carlos. Resulta muy poético y en la línea de Alfonsina Storni. Un final triste pero repleto de cierto halo romántico. Muy certero.

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