Materia prima, por Carmen Gómez Barceló.


Mark se encontraba en la gran puerta de acceso a la nave industrial, enfundado en un mono blanco, protegido con mascarilla y calzado de botas aislantes. Portaba en la mano izquierda la tableta donde quedaba constancia del recibo de la mercancía.

El receptor inalámbrico que cruzaba su cabeza le advirtió de la llegada del tráiler.

-Está bien, abrid, ordenó Mark.

Se abrió entonces la enorme verja.  Esta, servía de puerta a la altísima valla electrificada que rodeaba el recinto, donde se podía leer un cartel que prohibía el paso a toda persona ajena a la empresa.

Richard, el conductor del tráiler, un hombre de raza negra de complexión recia, se dispuso a mostrar su acreditación al controlador que cubría la entrada al  lugar.

El vigilante,  que portaba un subfusil de última generación, se aseguró de que todo estuviera en regla.



-Vale, puedes pasar. Asegúrate de depositar todo el contenido.

Richard se limitó a  proseguir su itinerario y el tráiler arribó al muelle de descarga.

-Buenas noches Richard, llegas un poco tarde, le amonestó Mark. Espero que este vehículo esté en condiciones y que la mercancía no haya sufrido contratiempos. Por cierto, ¿cómo solucionaste el problema ?

- De la única forma posible Mark. Era más grande de lo habitual y se resistía… Tuve que liquidarlo.
No podemos permitirnos más pérdidas Richard, empecemos.

Los dos  hombres se apresuraron a realizar la descarga y se despidieron.

-Adiós Richard,grandullón, el próximo pedido se hará para finales de mes.  Avisa al laboratorio para que lo tenga todo previsto. No queremos problemas.

Mark ya había colocado toda la mercancía en el lugar que correspondía. La calma no tardaría en desaparecer, pues algunos elementos se comportaban de manera anárquica y él debía ser cuidadoso para no causar taras ya que esto solo encarecería el producto final.

-Un momento… -

Mark , se percató de que parte del envío no cumplía las normas. Descolgó el teléfono, pulsó la tecla roja y llamó al laboratorio.

-Por favor con el doctor Freeman, es urgente.

El doctor Freeman  era el director de los prestigiosos laboratorios Neomix.

-¿Qué ocurre Freeman?  ¿ Porqué me ha enviado esta carga ?. Esto no es lo acordado. No los quiero con más de nueve meses de vida y mucho menos completos.

-Lo sé Mark.  Se está agotando es stok de anómalos y hemos tenido que recurrir a los viables.
De todos modos ya sabes… o lo tomas o lo dejas.
Está bien…  Espero que sea la última vez porque los viables reptan y ya tuvimos un percance en el último envío.

Mark empezó la rutina de cada noche. Se taponó los oídos. No oiría aquel murmullo: una  mezcla entre aullidos y maullar de gatos.

Fue introduciendo  a los engendros humanos, generalmente azulados y malformados, uno a uno, primero en la cubeta separadora de materia cárnica y huesos. La carne iba automáticamente a la trituradora. De allí pasaba a la mezcladora donde se adobaba con múltiples y exóticas especias. Luego la mezcla era conducida a la moderna máquina que daba forma a las hamburguesas  y por fin, directamente a la envasadora.

En el envoltorio se podía leer  en grandes letras rojas: NEOBURGUER MIX. Las hamburguesas que te rejuvenecen.  

1 comentarios:

CARLOS J. dijo...

Me parece estupendo escribir cosas inspiradas en nuestros sueños,o pesadillas como en este caso, los sueños son algo increíble, representan para mí un mundo mágico donde no tienen cabida la vulgaridad ni la rutina, no sin motivo los surrealistas los llevaron a sus obras.

Publicar un comentario

Back to Top