Elisa se despertó escuchando las noticias de las siete de la mañana como hacia cada día. Le gustaba estar informada antes de salir de casa.
Se dirigía a la ducha cuando un zumbido retumbó en sus oídos. Sufría un terrible dolor de cabeza, le temblaban las manos y le era casi imposible mantener el equilibrio. Instantes después se encontró tirada en el suelo del baño, sin dolores, sin zumbidos, sin temblores. No tenia malestar ninguno, todo lo contrario, se sentía mejor que nunca.
Se incorporó sin ninguna dificultad. Se asomo al gran espejo de su habitación y se descubrió por primera vez, asombrada, asustada, anodina…, no quiso gritar. Solo se apresuró a seguir con su rutina diaria.
Se dio el baño como si fuese el primero. Disfrutando de las formas, los tamaños, los colores… tenía la certeza que durante ese día tendría una visión muy distinta de todas las cosas.
Decidió coger la ruta de siempre. El mismo autobús. El mismo trayecto… no reconocía nada a su alrededor pero no le importaba, no le asustaba, mas bien todo lo contrario.Le fascinaba el hecho de sentirse perdida por el camino que recorría a diario. Lo visualizaba todo a cámara lenta, queriendo, de alguna manera, guardarlo en su memoria.
Llegó a su trabajo, saludando a todo el mundo como cada mañana. Sus compañeros la miraban sorprendidos pero sin llegar a descubrir que era aquello distinto que la diferenciaba de la chica del día anterior.
Cogió el ascensor, hasta llegar a su lugar de trabajo en la planta decimoquinta de un edificio enorme. Rodeado de cristaleras que dejaban entrar sin ningún problema la claridad del día y desde donde se veía a los transeúntes del mismo tamaño que unas hormiguitas. El suelo de su despacho era en madera de color verde. Ella no se lo podía creer. Le encantaba su trabajo y con los nuevos cambios descubiertos por ella, aun le gustaba más.
Estaba disfrutando de su alrededor cuando escuchó una voz que la llamaba. No era una voz cualquiera, y ella lo sabía. Era lo voz de El. Giro la cabeza y allí lo encontró. El rostro que llevaba años imaginando, cada dia durante los últimos cinco años soñaba despierta como sería el momento en que el diese el paso, tomara la decisión… un café fuera del trabajo. Una copa junto con los demás compañeros. Tampoco pedía mucho.
Al verlo no sintió decepción, quizás fue mejor de lo que ella había imaginado jamás. Se le acercó tímidamente y… se quedo paralizada. Observo detenidamente aquello que tantas veces había imaginado, sus ojos, sus labios, su pelo, sus manos…
Cuando reacciono solo fue capaz de atizar un simple” hola”. Pero un hola muy especial. Un hola de frente, mirando a la cara y viendo la sonrisa de El al mismo tiempo que le devolvía el saludo.
Ella sabía que aquel momento era importante, muy importante. Necesitaba vivir aquel momento con intensidad.Sin hablar, solo viendo, y fijándose en la forma con la que el (Su amigo. Su compañero. Su amor inconfesable)la miraba. Como la miraba y le sonreía.
Así fue pues, en ese mismo instante, cuando Elisa se dio cuenta. El la admiraba, la respetaba… pero no la quería. Descubrió con la mirada aquello que su corazón no supo ver. No estaba triste. Más bien agradecida. Sabía que no dejaría de quererlo en mucho, tiempo pero le consoló el hecho de que al no ilusionarse demasiado le seria más fácil afrontar que no estaría con El jamás.
Regreso a su casa con la idea de planificar lo que a partir de ese día seria su nueva vida. Hizo todo el camino de vuelta pensando y pensando la manera en la que le contaría a su familia y a sus amigos como , cuando y por que, le sucedió todo.
Imaginaba a sus amigos pensando que era una broma de tantas que ella gastaba, y a su familia llorando de alegría por el milagro acontecido. Lo cierto es que ella se sentía feliz, pero curiosamente, no mas feliz que otro día cualquiera que había vivido en su vida.
Empezó a preocuparse, sabia que ahora las cosas serian mas complicadas y tendría que aprender un montón de cosas nuevas. Quizás cambiaria de trabajo o de casa. Quizás empezaría a darle importancia a cosas que en su anterior vida no las tenían y le asustaba el hecho de poder dejar de ser la persona que era hasta ese momento.
Se asustó, se asusto mucho y ya no le parecía tan idílica la vida que el destino le estaba ofreciendo.
Llego a su casa y cerro la puerta fuertemente. De nuevo un estridente zumbido en sus oídos. Un terrible dolor de cabeza. Temblores en sus manos e imposibilidad de mantenerse en pie.
Sonó el despertador a las siete de la mañana, ayudando a Elisa a despertar de su inconsciencia. Abrió los ojos y gritó…
De vuelta a la realidad. Sin formas Sin tamaños, Sin colores,Sin rostros…
Todo volvió a ser oscuridad.
1 comentarios:
Me ha gustado mucho la atmósfera onírica del relato. Es muy interesante esa idea del "renacimiento" que otorga de transformar la rutina cotidiana en algo maravilloso e inesperado por poco importante que parezca. Muchas veces no vemos las maravillas de nuestra vida perdidos como estamos en nuestros deseos e insatisfacciones.
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